“El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros” Romanos 12:9-10.
“Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasión por el bien. Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos” Versión Levoratti y Trusso.
El libro de romanos y su autor
Pablo, llamado “el apóstol de los gentiles”, escribió en el año 57 d.C. una de las más extraordinarias cartas que se hayan escrito en la historia del cristianismo, de todas las epístolas que el siervo escribió, se cree que esta es la más elevada y superior de todas, llena de una extraordinaria y profunda teología, donde se exponen las grandes realidades del ser humano y las grandes doctrinas de la fe cristiana; la caída del hombre, la universalidad del pecado, la redención hecha por Cristo el Hijo de Dios, la justificación divina en favor del hombre, la regeneración, el poder de la fe por sobre la ley, la victoria del cristiano por medio de la maravillosa persona del Espíritu Santo, la lucha entre la vieja criatura y el nueva hombre, la elección y rol de la nación de Israel en la redención humana etc.
El capítulo 12 y los deberes cristianos
Este capítulo es una amonestación a los creyentes para que cumplan sus deberes (responsabilidades, obligaciones, compromisos, comisiones etc.) como cristianos; ante Dios, sus hermanos en la fe, ante la gente inconversa y ante la sociedad que les rodea. Cada cristiano es un miembro del cuerpo de Cristo y debe cumplir los deberes que le corresponde en ese cuerpo; aborreciendo el mal, siguiendo lo bueno, honrando a los que se debe honrar, no perezosos, fervientes, serviciales, gozosos, sufridos, constantes en la oración, misericordiosos con los necesitados, hospitalarios etc.
El apóstol les aconseja a bendecir a los enemigos que nos maldicen (¡qué cosa más difícil!), a gozar con los que gozan, a llorar con los que lloran, a estar unánimes humildes, no pagando con mal a otros, tratando de estar en paz con todos, no vengativos, en victoria sobre el pecado, es decir, vivir el verdadero evangelio y poner por obra las grandes lecciones del sermón del monte (Mateo 5).
La importancia del amor fraternal y sincero
La frase de este enseñanza es “El amor sea sin fingimiento”, es decir no hipócrita, sino sincero y desinteresado, un amor genuino, concreto, un amor real que nazca del corazón y se exprese limpio hacia fuera, en pocas palabras; un amor práctico y fraternal. Fraternal viene del griego ADELFOTES de adelfos “hermano” que significa “compañero, amigo, hermanos” y también del griego FILADELFIA “amor de amigos o hermanos, caridad, afecto”.
El amor de Dios entre los hermanos no puede ser fingido, hipócrita, desleal, de la boca para afuera, es decir todos aquellos que dicen amar a Jesucristo deben amarse mutuamente como hermanos en Cristo con un sincero, bondadoso y tierno afecto interesados por el bienestar, las necesidades y la condición espiritual de los hermanos; “Acerca del amor fraterno, no es necesario que les escriba, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse los unos a los otros” 1°. Tesalonicenses 4:9. Ese es el nuevo mandamiento dado por el Maestro y una señal inequívoca del verdadero discipulado (Juan 13:34-35, Romanos 5:5,1°. Juan 2:10-11).
La palabra fingir lee en el griego PLASTOS “formado, moldeado, algo plástico, fabricado” y lee también ANUPOKRITOS “hipocresía, falta de sinceridad, actuación, aparentar, disimular, hacer algo sin el corazón”. Por lo tanto el verdadero amor cristiano es sin fingimiento, ni rencores, ni raíces de amargura, ni malas sospechas etc. “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” 1°. Juan 4:7-8. Pablo da una clase magistral del verdadero amor de Dios práctico cuando dice en 1°. Corintios 13:1-7; “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
Sobre el amor sin fingimiento y fraternal la Biblia nos indica, que el amor no puede hacer daño al prójimo (Romanos 13:10), nos motiva hacer muchas cosas en la obra (1°. Corintios 16:14), debe ser sincero (2°. Corintios 6:6), debe ser servicial (Gálatas 5:13), nos debe hacer estar firmes (Efesios 3:17), nos da paciencia para aguantar a otros (Efesios 4:27), nos hace demostrar que somos imitadores de Cristo (Efesios 5:2), nos hace estar unánimes (Filipenses 2:2), nace de un corazón limpio (1°. Timoteo 1:5), debe ser ferviente (1°. Pedro 4:8), debe ser siempre estimulado (Hebreos 10:24), debemos permanecer siempre en él (Hebreos 13:1). Como dice la escritura; “Permanezca el amor fraternal” Hebreos 13:1.
Últimas palabras
Por lo tanto el verdadero amor cristiano es sin fingimiento, ni rencores, ni raíces de amargura, ni malas sospechas etc. “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” 1°. Juan 4:7-8. Como nos enseñó el apóstol Juan conocido como el “apóstol del amor”; “Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano”, y recalcó el insigne apóstol Pablo; “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” 1°. Corintios 13:13. ¡Amen Gloria a Dios!